domingo, 25 de abril de 2010

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Tengo las manos heladas, son las cinco de la mañana y aún insisto en permanecer despierta frente al flúor del "notebook".

Los oídos se me han tapado, sólo escucho el silencio y el murmullo de voces en mi cabeza que hablan en idiomas que no puedo comprender. Sin embargo, las voces sí comprenden, siempre lo hacen.

El vacío me llena con su silueta eterna, me hace explotar, me empiezo a esparcir por entre la oscuridad de la casona. Hay temblores constantes e imágenes insistentes que luchan por saber que valor les doy.

Es como si me tuvieran trabajando para averiguar por que el mundo se baña en mierda e injusticias. Por qué el lucro vale más que una sonrisa?

Por qué cuando quieres algo simple para ti, sientes que todo juega en tu contra? O quizás a una distancia muy lejana.

Mis pies ya estàn cansados, observé hace un rato de reojo mi mirada en el espejo, me veo pequeña y débil, agonizante. De un momento a otro pasé por la seguridad de saber que tengo besos de miel y luego un golpe me decía que no basta sólo con decir las cosas.

Es cierto, hay tanto que escuchar, que aprender, pero no quiero. Me aterra el pasado gravado en nítidos pixeles y bytes.

No es propicio escribir ahora, no me siento con ánimo, es para distraer el sueño. Tengo que estudiar los reglamentos, me he infiltrado en un tentáculo del sistema.

No siento mis huesos, soy un compuesto de carbono y químicos que se postra frente a la pantalla para no decir todo.

No hay con quien hablar ahora, escucho las respuestas que mi cabeza me ha enviado entre corrientes peligrosas, se repiten en las bocas de los amigos, insisto en la pregunta que no conozco, reescribo el poema que aún no hago, recuerdo sitios que nunca visité.

Divago en la web, me evado en las jaulas de islas lejanas. Por la mañana el trozo de pan y el café, alguien dejó cigarros bajo la puerta. No tengo ganas de comer. Sólo pienso en escapar y en volver a mundos que en verdad nunca existieron, los creé en mi fantasía para sentir que era feliz. Para tener motivos y resistir.

No quiero recordar, no hay lícitos ni ilícitos suficientes para destruir los recuerdos. Son un parásito sin veneno, se comen las sonrisas contadas que me quedan, creo que no sé dónde buscar más.

La rutina acompaña mis pies helados, el cielo me cubre con su manto pálido. Quiero acurrucarme e invernar, seguir soñando, quiero ser otra, tal vez cantar algo distinto, quizás vivir lo que no he predicho. Maldigo el vortex que habita entre mis nervios... detesto la lluvia de ideas, no hay concretas ni reales, todas se confunden en una orgía de colores y sombras...

Me duele, no sé que es, tiemblan las manos y no quisiera que cayera el pesar en hombros ajenos, sólo me desquito para poder mirar atrás luego y ver (espero) que todo cambió, mirar sin pena el pasado, riéndome de mi propia estupidez.

Sin embargo, no siento la confianza de encontrar un futuro para mí, ya me siento anciano, ya tengo la mano de la muerte sujetada con fuerza y una rodilla en el piso del camino que quiero abandonar.

No es queja, sólo registro.

P.M. De todas formas me siento obligada a seguir.

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