Parece ser
forzado a ratos…
Es tal el miedo a avanzar solos; a sentirnos
abandonados en el laberinto de infinitas puertas abiertas y muros tan altos
como el cielo,
que nos
damos al trabajo de buscar la minima pizca de posibilidad en ojos que quizás
están ahí solo para demostrarnos que hay que avanzar sin ayuda ciertos tramos.
El amor lo
estampamos en una suave mejilla idealizada, en ciertos labios sonrientes,
apetitosos, ciertas actitudes que nos fascinan y que, sin embargo, muchos
tienen.
Actuamos tanto
tiempo felices,
buscamos
hasta sangrar la angustia por los epicantus ácidos,
desesperados,
queremos sentirnos amados, queremos desbordar el amor acumulado.
“Me estoy
enamorando”. Hay tantas sensaciones de amor, hay tanto fascinante que es
difícil darte cuenta, hay veces en que
no conviene enamorarse.
Estamos tan
vulnerables como un pobre molusco sin su concha, nos lanzan el cítrico a los
ojos y nos desintegran mientras se relamen ante la posibilidad de probarnos y
luego botar lo que quede.
No todo es
malo, pero a pesar de eso, pesa demasiado la decepción. Hay personas que no
aguantan un gran amor que fracasa, tapizan su corazón con una fuerte armadura
nueva para cierta raza de personas. Si por casualidad el amor se asoma a su
ventana no lo reconocen y hasta tratan de expulsarlo.
Hay que
aprender a enamorarse, hay que saber desligarse, recuperarse y seguir adelante.
No importa
si vas sólo o alguien te sigue, o va adelante, o a tu lado. Pero no cierres las
cortinas de tu corazón, deja que entren
nuevos rayos de sol.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario