En la soledad de un pueblo olvidado por
el tiempo y la muerte.
Absorto en los recuerdos de antaño,
charlando con espectros familiares,
acariciando los muslos de las mujeres irreales, invisibles.
Absorto en los recuerdos de antaño,
charlando con espectros familiares,
acariciando los muslos de las mujeres irreales, invisibles.
Miro el cielo sin aves del pueblo,
de lejos olfateo la ciénaga podrida por los muertos y pisoteada por viejos recuerdos,
la nostalgia invade la piel con la sórdida energía del virus del miedo y la peste del insomnio,
de lejos olfateo la ciénaga podrida por los muertos y pisoteada por viejos recuerdos,
la nostalgia invade la piel con la sórdida energía del virus del miedo y la peste del insomnio,
Luchando por cruzadas utópicas en las 32
guerras del mundo,
cruzando por los silenciosos ríos de la ciénaga.
Naufragando en los esqueletos de antiguos galeones,
cambiando mis escasos recursos por mágicos arte-factos gitanos.
Estudiando las artes oscuras de la alquimia, la familia, la música,
la pasión, la inminente premonición.
cruzando por los silenciosos ríos de la ciénaga.
Naufragando en los esqueletos de antiguos galeones,
cambiando mis escasos recursos por mágicos arte-factos gitanos.
Estudiando las artes oscuras de la alquimia, la familia, la música,
la pasión, la inminente premonición.
Viene la excitación, espero el bacilón de
los huracanes y fuertes terremotos que invaden mis sueños. Sentado en una mesa
enorme, sucia y vacía, en una cena de otra vida, estudiando los profetas
oscuros y relajados, las cartas escritas o pintadas en trozos de cartón arrugado.
Escapando de los espejos para no caer en
los abismos de la cordura común.
Planeo las distancias, los encuentros,
los proyectos para este mundo perdido del resto…
Bailo en la oscuridad rodeado de insectos
gigantescos, brillantes y algo grotescos que gustan de llenar las tinas frías de
magia y llamarse hadas.
Las arrugas en mis dedos y la plata en el
cabello dedican su tiempo a hacerme sentir viejo y ajeno, los ojos serenos del
Melquíades me observan desde su sillón apolillado.
No hay amores aquí para mí, ya se había
predicho. Leo pálido los amarillos pergaminos y me dedico a esperar el final,
cuanto lo deseo, ya después de tantos inviernos eternos y sequías desérticas.
Llevo ya tanto tiempo despierto, mirando el mismo cielo,
que empiezo a olvidar que estaba esperando ver llegar entre las lejanas nubes y el intrincado sol...
me ahoga en el mar del olvido, me uno a los Buendía, caigo en la pasión, el olvido y
mis cien años de soledad diarios....
Llevo ya tanto tiempo despierto, mirando el mismo cielo,
que empiezo a olvidar que estaba esperando ver llegar entre las lejanas nubes y el intrincado sol...
me ahoga en el mar del olvido, me uno a los Buendía, caigo en la pasión, el olvido y
mis cien años de soledad diarios....
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