lunes, 24 de noviembre de 2014

A la musa Distante.


Yo si quería casarme contigo, me veía feliz contigo. No sé con exactitud porque terminamos la relación. Pero fue tan o más intensa como mi primer desamor, me dejaste destrozado, sin ganas de nada cuando te alejaste, recuerdo lo deliciosa que eras,  te amé como nunca había amado a nadie, amaba cada parte de nuestra relación,  en fin era inevitable no llorar…
Te soñaba mi diosa de las bellydancers, reina de las hadas, veía tu piel blanca y pura sobre mis dedos. recordaba tus caderas deliciosas y tus piernas igualadas por pocas.

Eres el deseo constante de haber ido más allá. Eres el recordatorio de que en la vida debes elegir lo que te dé más felicidad.
Eres parte de la fantasía en cada ritual de auto-satisfacción. Tu mirada gatuna, tu sonrisa coqueta, tus pucheros hermosos, tus manos largas y expertas, las únicas que siempre sabían hacerme encender recuerdo cada poro de tu exquisito cuello, tu rostro sonriente en ese viaje al sur que ha sido mi primera y única Luna de Miel,  te considero mi primera mujer.

Recuerdo nuestro primer beso.
Aquel baile en la cocina que inició suave y terminó en tu brisa, recuerdo el brillo de tus ojos, tu tímida sonrisa cuando me dijiste “y ahora qué?”
Recuerdo el beso tibio, la lengua tranquila y luego el torbellino de pasión que me hacía desear tener esa casa para nosotros solos, recuerdo el pantalón café, de esos que lucias preciosamente con tu silueta de diosa, recuerdo la sensación de tu piel bajo las ropas. “Mira como me tienes” me decias, recuerdo la humedad y el calor, recuerdo la cama , el sofá del comedor, recuerdo la carpa, recuerdo quemchi, chonchi y quellón, recuerdo mi cuarto en donde no podía evitar la tentación.
Quería llegar hasta el final. Pero bueno, fui inexperto.

Me enseñaste a crear mi felicidad.  Por eso y muchas cosas, te quiero y te amo Gatolina

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