Yo si quería casarme
contigo, me veía feliz contigo. No sé con exactitud porque terminamos la
relación. Pero fue tan o más intensa como mi primer desamor, me dejaste destrozado,
sin ganas de nada cuando te alejaste, recuerdo lo deliciosa que eras, te amé como nunca había amado a nadie, amaba
cada parte de nuestra relación, en fin
era inevitable no llorar…
Te soñaba mi diosa de
las bellydancers, reina de las hadas, veía tu piel blanca y pura sobre mis
dedos. recordaba tus caderas deliciosas y tus piernas igualadas por pocas.
Eres el deseo constante
de haber ido más allá. Eres el recordatorio de que en la vida debes elegir lo
que te dé más felicidad.
Eres parte de la fantasía
en cada ritual de auto-satisfacción. Tu mirada gatuna, tu sonrisa coqueta, tus
pucheros hermosos, tus manos largas y expertas, las únicas que siempre sabían
hacerme encender recuerdo cada poro de tu exquisito cuello, tu rostro sonriente
en ese viaje al sur que ha sido mi primera y única Luna de Miel, te considero mi primera mujer.
Recuerdo nuestro primer
beso.
Aquel baile en la cocina
que inició suave y terminó en tu brisa, recuerdo el brillo de tus ojos, tu
tímida sonrisa cuando me dijiste “y ahora qué?”
Recuerdo el beso tibio,
la lengua tranquila y luego el torbellino de pasión que me hacía desear tener
esa casa para nosotros solos, recuerdo el pantalón café, de esos que lucias
preciosamente con tu silueta de diosa, recuerdo la sensación de tu piel bajo
las ropas. “Mira como me tienes” me decias, recuerdo la humedad y el calor,
recuerdo la cama , el sofá del comedor, recuerdo la carpa, recuerdo quemchi,
chonchi y quellón, recuerdo mi cuarto en donde no podía evitar la tentación.
Quería llegar hasta el
final. Pero bueno, fui inexperto.
Me enseñaste
a crear mi felicidad. Por eso y muchas
cosas, te quiero y te amo Gatolina
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